La semana pasada tuve control con el neurocirujano. Estamos
teniendo controles y resonancia cada seis meses para ver la evolución de los
restos de Willy.
Es curioso pero cada vez que se acerca un control me
encuentro peor. Esta vez quizás estaba justificado por el resfriado que llevo
encima, pero generalmente empiezo a notar síntomas que antes no notaba y me
empiezo a preocupar y a poner nerviosa.
Total, que llego con una tensión tal al día de la visita,
preparada a escuchar lo peor (aunque creo que nunca estas suficientemente preparado
para esto) que cuando te dan buenas noticias casi te entran ganas de llorar.
En mi caso vale el principio “no news, good news”. No hay
cambios en la resonancia y es una buena noticia. Los restos siguen quietecitos
donde están. No han crecido, cambiado de sitio. Así que nada, buenas noticias.
¿Lo peor? He pasado unos días chungos antes de recibir las
buenas noticias y me he estresado bastante. ¿Tiene sentido preocuparse por algo
que no ha pasado? Pues la respuesta a esta pregunta, aunque obvia, es
complicada de asimilar y hacer tuya. Siempre tenemos tendencia a preocuparnos
por cosas. Aunque las cosas se escapen de nuestro control y voluntad. Y haciéndolo
empeoramos nuestro día a día viviendo con un estrés constante que nos hace ver
las cosas un poco más grises, ocultando todos los matices de color.
Así que si alguien conoce un método para dejar de hacer esto
que me avise que se lo compro. Por ahora sigo intentando por mi cuenta no
hacerlo, aunque los resultados obtenidos son más bien escasos. Lo único que me
sirve es expresar mis preocupaciones, compartirlas. Así que si todavía no tenéis
ningún método eficaz, aquí estamos para compartir con vosotros penas, lágrimas
y dolores. Aunque también compartimos esperanza.
A todos los que estéis en proceso de operaros, de
controlaros periódicamente ¡muchos ánimos!