No ha sido un fin de semana
divertido. De hecho desde el 23 por la tarde no ha sido nada divertido, en
absoluto.
Empiezas con un poco de malestar,
te sientes rara. Y en cuestión de media hora todo va a peor y necesitas acostarte
y no moverte.
La falta de línea directa con el médico
de la radioterapia ha hecho que me re direccionaran hacia algo que se llama CAI
(¿centro atención inmediata quizás? Ni idea). Allí, tenidos en cuenta todos los
síntomas, me han dicho que me tenía que ir de urgencias. Y así lo he hecho,
pero me he ido al Clínic que por lo menos tienen todo el historial de
resonancia, operación etc.
Después de haber visto pasar
muchas personas mayores medio moribundas, cosa que no te anima sino todo lo
contrario (empiezan a aflorar los pensamientos “yo no quiero acabar así, que me
dé una buena y me deje muerta, pero no quiero esta sufrimiento”) , me atienden.
Me hacen una analítica (mis venas tampoco estaban bien, escondidas diría yo ya
que me pusieron la vía y a pesar de estar bien colocada no salía sangre), me
piden un TAC y un electrocardiograma. Me encuentran el potasio bajo y desde el
TAC no se ve nada raro. Así que después de pasar la noche allí este malestar se
categoriza como efecto secundario de la radioterapia me dan medicación y, con
inmensa felicidad, me voy para casa.
Ahora, no quiero parecer naif,
pero cuando te empiezas a encontrar mal y esto es recurrente como en mi caso,
intentas mantener la moral alta pero a veces no lo consigues. Piensas que no
mereces estar allí y que deberías estar en el parque jugando con tu hijo. ¿Qué habrás
hecho de malo para estar tan mal? Empiezas con estas preguntas y no acabas, te
hundes, te cabreas, te desesperas.
Pero no sirve de nada. Solo te
encuentras peor.
Así que empiezas a buscar una vía
de salida, te convences que algún día todo pasará e irá a mejor y que son
rachas, subes y bajas. Lo importante es volver a subir siempre.
Si incluso se lo has explicado a
tu pequeño y le has puesto un dibujo para demostrárselo.
Solo te queda aceptarlo y ponerlo
en práctica.
Esconder este miedo que te lleva
a pensar que nunca veras el sol otra vez.